domingo, 21 de diciembre de 2014

LA SERVILLETA NACIONAL

Después de mis recientes vacaciones, de pasar una semana en Perú y otra en Nueva York, he llegado a una conclusión: Las servilletas definen países. 



La primera vez que comí un ceviche en Perú fui a limpiarme con una servilleta y entonces me di cuenta. Una servilleta peruana está compuesta por una sola fina capa, de esas dos que forman una servilleta europea. 
Y entonces me explicaron la profesión del separador de servilletas. Un tipo que se pega 12 horas al día dividiendo en dos partes las servilletas europeas para rentabilizarlas. De modo que los servilleteros peruanos están llenos 
de cientos de alas de mariposa. Servilletas etéreas y tansparentes. La transparencia de la que gozan ya muy pocos países y que se ve enturbiada muy fácilmente por las cosas de mayores, ya saben, la política y los negocios. 
Una servilleta que cuando la llevas a la boca sigues manchado y arrugas y logras hacer una pequeña pelotilla más pequeña que un moco, y de aquí viene lo de que cuando Alemania estornuda España se resfría…, pues cuando España se  resfría Sudamérica ya lleva moqueando una eternidad. Entonces te preguntas… ¿de verdad es rentable?? si tienes que emplear 10 servilletas para limpiarte mientras que en Europa usas las mismas, cinco dobles. Pero sí, esa sensación del servilletero lleno, de la opulencia superficial y engañosa, de la abundancia escasa y fláccida, como los estómagos hinchados de los niños de África, con el mismo diámetro del de un gordo europeo, pero vacíos, llenos de arroz y agua dando vueltas. La apariencia y el poseo, porque en Perú se posea y no se posturea; se está rico, pero no la comida, el tiempo; algo no es cojonudo, es buenaso y no se dicen bromas, son genialidades… 
Eso es Perú, lleno de colores en las telas, pero gris en el carácter y en el tiempo limeño. Con servilletas que no te secan porque esto es húmedo y huele a tierra y a pescado, y a leche de tigre, a ácido, a fuerte.



Entonces llegué a Nueva York y me limpié tras comerme una hamburguesa, y entonces me di cuenta de las 5 capas de servilleta. Aquí no hay separadores de servilletas, aquí hay lobbies, de los que juntan, papeles e intereses. Una servilleta tan gruesa como la alpaca, pero de usar y tirar, que abrigan además de limpiar. De las que son tan orondas que avergüenzan o tapan vergüenzas con salsas. Porque aquí todo se enmascara,  con sirope, barbacoa y queso fundido y hacen suyo lo del otro con más éxito. Y reinventan la comida mexicana con los burritos, tan sólo poniendo más capas, al guacamole y a las servilletas. Sin saber que, por muy gruesa que sea una servilleta, la vas a acabar tirando. Y después de todo, tras limpiarse… fina o gruesa, ninguno de los dos está limpio del todo. 

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