domingo, 26 de octubre de 2014

EL PATIO DEL RECREO

Hace 20 años tenía 15, una edad maravillosa, casi como los 35. Una edad en la que salías de casa después estar durante una hora atusándote el flequillo cortina, te calzabas tus pantalones Levi,s remangaos, y por supuesto te colocabas las hombreras con el belcro que te había cosido tu madre para que no se moviesen del jersey. Salías con tu mochila directa al cole y ahí le veías, al fondo, como una visión, con cara de rubio guaperas de anuncio de Cola Cao o foi gras La Piara… hablando con sus colegas feos, porque un guapo de esas dimensiones siempre se junta con feos para resaltar más. Con un balón de reglamento en los pies y una carpeta desgastada, soplando su flequillo, con pose chulesca y mirando de reojo a las 8 chicas que, como yo, no le quitábamos el ojo de encima.



En clase, lo de siempre, una profesora plasta, las empollonas en primera fila, la guapa de la clase que a veces coincidía con la guarra de la clase y otras, además de guarra era fea. Los trepas haciendo la pelota a la profe y todos con el bocata debajo de la mesa con una mezcla de chorizo, choped y queso fundido que se pegaba a la pituitaria igual que al papel albal. 

Sonaba la campana y llegaba la hora del recreo y aquí comenzaban las maniobras de apareamiento preadolescente. Intentabas hacerte la encontradiza en la puerta del patio, te rozabas y te excusabas con un “me han empujado”, porque para salir al patio se montaban peores atascos que en la M30 un lunes morning.  Luego sonreías con cara de tonta. 

Te sentabas en un banco a observar con tus amigas el panorama, mientras el grupo de simpaticones se acercaban a vosotras a contaros chistes y hablar de la última peli, conversaciones animadas que compartías con gusto desde la distancia, porque tú estabas hipnotizaba por el vaivén de su flequillo mientras jugaba al fútbol. Y en el momento en que te preguntaban por la peli, te levantabas a recoger el balón, que casualmente se había despistado a tu lado y le devolvías la pelota con cara de mongola dejando a tu colega el simpático con la palabra en la boca y la autoestima en los talones. 

Te comías el bocadillo, compartiendo con el resto… criticabas a los profes, a las empollonas de la clase y mirabas con envidia y autosuficiencia a la guarra que llevaba una camiseta ajustada blanca y se le transparentaba la tira del sujetador más que a tí.

Tras la campana, salías desesperada como un preso al patio buscando la libertad y te metías directa a la sala de máquinas, por la noche botellón, te fumabas unos pitis a escondidas, te pillabas un pedo que hacía cualquier monosílabo impronunciable, acababas declarándote a flequi a través de una colega que le decía que te gustaba (porque tú hubieses dicho algo como meekhfsah gustllashhh mushhhhooo ) y finalmente pasaba de tu culo. Pero ahí estaba el simpático para aprovechar el tirón, te metía boca y acababas morreándote con él y te tocaba teta por fuera (porque tú podías ir pedo, pero guarraguarra no eras, o por lo menos no con un feo). Llegabas a tu casa y te encontrabas a tu madre enfundada en guatiné escudriñando tu cara de borracha, mientras le decías que la hamburguesa de la cena te había sentado mal.



Y hoy, 20 años más tarde, sales de casa después, esta vez, de despeinarte el flequillo (porque ahora cuanto más despeinao, más mola), te calzas tus minishorts desgastados con bolsillos por fuera, una camiseta de Dolores Promesas y un blazer más largo que los pantalones, tus New Balance y tu bolso vintage. Vas directa al metro y llegas al curro, allí está, tomando café con otros compañeros, os miráis… y él mira también a las otras cinco, que por cierto se ha tirado. 

Está casado…, pero todas saben que anda mal con su mujer, y si no, no pasa nada. Cada uno va a su mesa, que es igual que el pupitre, pero sin estar en fila en india (siempre he querido escribir fila india, que junto con piripi son las palabras más fetén del mundo del léxico vintage de madres). El jefe tocando las pelotas para variar, y allí están los trepas entrando a su despacho y  también, la que se ha tirado a toda la oficina incluido el jefe, la guapa-guarra, aunque aquí son más de una porque conforme te haces mayor te vuelves más guarra (el efecto semepasaelarroz y hay que ir a por todas)… y todos con su tupper en el bolso, oliendo a lentejas con chorizo y a la ensaladilla que sobró de la cena de ayer. Un olor como a comedor social o campamento de verano que se pega a la putiutaria igual que al papel albal again.

Llega la hora del descanso, te haces la encontradiza en la puerta del baño… o pasas por su mesa a pedir unos papeles absurdos mientras él sigue mirando el culo de la guapa-guarra. Miras de reojo la foto de su mujer y su niño, con pena… y cierta envidia a la vez. Sigue teniendo flequillo (gracias a Dios, donde hay pelo hay alegría). Mientras, en la comida pones verde a los jefes y te dan charla los simpaticones, que hoy uno es gay y el otro gordo y calvo, te hablan de la última expo de Photo España, tú escuchando de soslayo la conversación sobre el Mundial y el último concierto en la Sala Costello, mientras criticas los short de la guarra que son más short que los tuyos… 

Sales a un garito, te tomas unas copas, acabas pedo y declarándote con el mismo discurso, pero esta vez sin usar a tu amigo, se lo dices tu misma que es más maduro ( meekhfsah gustllashhh mushhhhooo), pero estaba claro que iba a elegir a la guarra-muchomasguapaquetú, al final tu amigo gay se pira y te tiras al gordo, sí, porque a estas alturas, la teta por fuera… sabe a poco.  Tienes el mismo poco dinero que entonces porque te pagan una mierda, así que en vez de fumarte un pitillo les pides a una pandilla de jovenzuelos que te inviten a un porro. En tu casa no están tus padres esperándote, pero tienes al gordo sobando al lado cuando te levantas, que es mucho peor, y esta vez la hamburguesa le ha sentado mal a él.


Y te das cuenta de que han pasado 20 años, pero en realidad no ha cambiado nada, sigues llevando los pantalones cortos, sólo que eres más guarra, en vez de darte unos morreos echas unos polvos, y no tienes un pavo y comes más choped que jamón y la vida es un patio de recreo al que salimos de vez en cuando a desahogarnos, con las mismas guarras, pringaos, pelotas, gordos, aspiraciones, arroces pasados y listillos de medio pelo y medio pelo es literal porque escasea mucho más, y donde la mayoría tira balones fuera. A pesar de eso, bendito recreo, siempre he sido más de estar en el patio que en clase. 

2 comentarios:

  1. Muy bueno.

    Todo va en bucle. Cambiamos a los otros protagonistas, pero el guión sigue siendo el mismo.

    ResponderEliminar